Artículo de opinión - Participación
Si echamos la vista atrás, en los dos últimos artículos de opinión sobre la ciudad educadora y la transparencia hay un denominador común: la participación ciudadana.
La desafección democrática que observamos en la actualidad se nutre, fundamentalmente, de la apatía, el desencanto, la desmotivación y la desconfianza hacia el sistema de gobierno tradicional. Por esa razón resulta necesaria la renovación y la adaptación de las estructuras democráticas por medio de la colaboración e implicación más directa de los ciudadanos. La participación ciudadana se hace imprescindible para construir la verdadera democracia.
Si hay algo que es evidente es la necesidad de compatibilizar la democracia representativa con nuevas formas de democracia participativa. Se deben crear otras alternativas que den “voz con rostros” a la ciudadanía y “salidas reales” a sus propuestas. Debemos apostar por una nueva manera de gobernar que conciba a los ciudadanos con capacidades y que, por tanto, les transfiera el poder y la responsabilidad en los asuntos públicos.
Los ciudadanos ya no nos conformamos con exigir la calidad y eficacia en la prestación de los servicios públicos. Queremos también participar en la misma definición y articulación del desarrollo local a escala humana. Por ese motivo debemos aprovechar que el contexto municipal proporciona un entorno privilegiado para revitalizar la democracia. En este ámbito podemos facilitar el desarrollo de instrumentos participativos que permitan el diálogo y la interacción personal e interinstitucional. La proximidad de los temas a los ciudadanos provoca una mayor disposición por su parte a implicarse y participar.
Para lograrlo debemos apostar por un paradigma de municipio relacional y llevarlo a la práctica. Hay que implantar un gobierno local caracterizado (y legitimado) por la capacidad de crear e impulsar redes, es decir, por estimular la participación de la sociedad civil y ejercer su liderazgo gubernamental (representatividad) desde un nuevo modelo de gestión municipal más relacional y abierto. Para conseguirlo debemos replantearnos nuestro prototipo de ciudad. Debemos pensar qué ciudad tenemos, qué ciudad queremos y cómo vamos a conseguirlo.
Si de verdad defendemos la democracia participativa no debemos limitarnos sólo a decir que habrá más participación, sin concretar en qué se traducirá esa implicación ciudadana. Nuestro objetivo debe ser crear una ciudad que dé respuesta al nuevo ciudadano y al nuevo entorno global, a la vez que responda a la necesidad de una administración y una gestión pública adaptada a estas nuevas realidades. Y este es el camino que debemos seguir si lo que pretendemos es hacer efectiva la participación ciudadana, es decir, la integración de la ciudadanía en el proceso de adopción de decisiones del gobierno de nuestra ciudad.